lunes, 4 de octubre de 2010

Vivir, vivir y sobrevivir

Me prometí no volver a trabajar de camarera nunca más pero cuando no se tiene otra opción ¿qué vía hay que escoger? La A (de alternativa). Cuando se está en un país al que no perteneces cuesta dedicarse a lo que te apasiona, a lo que te has formado en la escuela y a lo que crees que serás de mayor, porque las elecciones se limitan y te toca apechugar  haciendo de esta ilusión algo efímero y trabajando de lo que se puede para que te dé de comer, para pagar el alquiler del piso y para que, encima, puedas visitar el país en el que vives. No olvidemos que soy inmigrante, llegada desde muy lejos y vivo en un país que muchas veces me recuerda que estoy en otro planeta ya que sus paisajes, sus playas y su naturaleza a tan sólo cinco minutos, una vez se sale de la ciudad, son espectaculares. 

Es por eso que después de haber pasado este medio año en Dunedin el país cada vez me apasiona más ya sea porque no dejo de sorprenderme viendo estos parajes salvajes. Cada día está lleno de descubrimientos -siempre naturales- que a veces ya no puedo explicar, tal vez sea, porque aquella visión constante en la que todo me impresionaba al principio ya no es la misma un tiempo después. Ahora me son comunes los cambios de direcciones en la acera y en la carretera, ver correr a gente por la ciudad a todas horas, el cierre de las tiendas a las 5.00pm y las cenas a las 6.00pm. Frecuente es ver que los viernes la basura orgánica y los lunes el cubo azul del reciclaje están enfrente de las casas, así como, los pitidos de los semáforos cuando están en verde, la baja intensidad de las farolas y las señales que te avisan de peligro, de prohibición, de riesgo y que te avisan de y por todo. 

Además, en este tiempo, he podido recorrerme la ciudad cuántas veces hiciera falta tanto para fijar las asignaturas, cursos y por fin, título académico en la universidad como para colgar algún que otro cartel o dejar tantos curriculum vitae hiciera falta en los pequeños y grandes medios de comunicación. Pero a pesar de ello y tras pasado ese tiempo, aún percibo, cada vez más, la dificultad de ser inmigrante y dedicarse a lo que realmente llena por vocación o por placer; he debido activar la opción A y caer en el error (o quizás no es tanta la equivocación, según se mire con un ojo a la izquierda pensando en la economía y supervivencia) de trabajar en la hostelería. Mis clases de español me dan dinero pero no me llega para vivir. El trabajo de canguro es más bien ocasional, lo cual me trastorna un poco pero me da algo extra, y las horas de trabajo que me dan en un backpacker (albergue para mochileros) están condicionadas por mi nivel de inglés ¿o no? ¡ver para creer! Y creo que este sentimiento, quizás de resignación, me viene a la cabeza una vez leo la situación juvenil plasmada en una web de un diario español dónde se están recibiendo un centenar de comentarios a cerca de los pensamientos, las inquietudes, las frustraciones, las ambiciones, los deseos, las nostalgias, los esfuerzos, los logros y un gran etcétera que ahora mismo, los jóvenes -españoles- tenemos.

Quizás la situación en España no esté pasando sus mejores momentos. Pero desde la otra parte del mundo, y un poco ajena a lo que sucede allí, lo único que puedo manifestar de una forma más agradable, es que estos seis meses aquí me han servido para mucho, han sido largos, intensos y enriquecedores. Sin duda, una vez pasado este tiempo en New Zealand y haber conseguido el Work Permit (Permiso de Trabajo), algo por lo que he tenido que apostar duro, he debido meterme de lleno en la búsqueda de trabajo e ir a conseguir lo que se pudiera pues ya no tengo restricciones ni exigencias. De tal modo que, al mismo tiempo que empezaba a trabajar en un restaurante italiano, por otro lado me estaban llamando para concederme una entrevista en un hotel dónde, tan sólo dos días después, estaba firmando el contrato indefinido. Lo que me da a entender que sí que hay trabajo en el país, de ahí su baja cifra de desempleo, rozando un 4% de la población. No obstante meter la cabeza en el sector profesional requiere algo más de tiempo pero al final se consigue. Estoy segura de ello por que me han contado y he visto algunas otras situaciones que han terminado bien, muy bien. Pero ahora, sólo debo aceptar 'ese' trabajo que me permita quedarme en el país un tiempo más, esperar que llegue el verano y con él las navidades, visitar la isla norte, la isla sur, Stewart Island y luego volar. Puede que, en parte, sea un sueño, pues haré lo que sea para conseguirlo y así, poder continuar formando de mis inquietudes, mi viaje. Y para ello, hace falta esfuerzo y un gran colchón económico que tendré a base de trabajos que me ayuden, al menos, a alcanzar parte de esta ilusión. Es tan necesario el dinero... 


Pero sigo feliz y entusiasmada, no por trabajar en la hostelería; echando de menos a las personas que me apoyan en todo momento, confían en mí y en mis valores y sobre todo, aguardan el momento en el que al fin, logre aquello que me corresponde, porque he de confesar que su energía positiva me llega diariamente. Entretanto, estar en el hemisferio sur, es estar andando boca abajo pero con la cabeza bien alta, sentirse tan cerca del polo sur como antes nunca había estado y saber que alrededor de unos 126 kilómetros, estés donde estés en la isla sur, te encuentras las aguas del P(p)acífico. Sin más, para todas ellas,  esperando veros sonreír, me despido con un ¡ooolé!

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S. Aparicio Ramírez

Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...