jueves, 18 de agosto de 2016

Las flores de Luis. Los de Puebla

Hoy Luis ha preparado un ramo de rosas extremadamente bonito. Las rosas eran rojas e iban combinadas con unas florecillas blancas, otras moradas y algunas hojas verdes que relucían demasiado bien en este día nublado.

Luis es el mejicano de Puebla que se encarga de que en mi casa no falte eucaliptos o gomero de la sidra, como lo quieras llamar. Siempre que llega fresco me lo regala. Además, es el encargado de las flores del deli de la esquina camino a mi oficina. Así que, cada vez que paso a última hora del día le saludo y despido a la vez:
- Luis... ¡qué bonitas tienes las flores hoy!
Y él siempre me responde:
- Ándele, ¿cómo está hoy? ¿Ya se va a casa? ¡Se cuida!
- Sí, amigo. ¡Tú también!

Entonces yo giro la esquina y desaparezco entre toda esa gente que camina deprisa en contra mío. Van directos a la cuarenta y dos, o bien a coger el bus a Nueva Jersey, o bien a coger alguna de las múltiples líneas de metro que paran en la 42nd, en pleno Times Square. ¡Qué agobio esquivar toda esa gente que tiene unas ganas terribles de llegar a casa! 

El caso es que llevaba unas semanas, e incluso, meses queriendo escribir en Las Cuatro Cuarenta. Esta bonita historia que comenzó en el momento de embarcar en ese avión destino Nueva Zelanda y que me ha acompañado hasta hoy. Casi 6 años después. Lo que algo comenzó como una manera de reflejar mis viajes, experiencias e impresiones se ha convertido, un poco, en un diario personal que comparto con mi familia y amigos y, seguramente, con alguien más que se cuela en el blog. Ya se sabe que con esto de Internet, no puedes medir el alcance que tienes.

Hoy, además, he terminado de leer Noches sin dormir. He entrado en el vagón devorando las últimas páginas y me he sentado al lado de un señor que parecía tranquilo comiendo una empanada. Una empanada que, por cierto, ambientaba todo el vagón. Y con la buena pinta que tenía, mirándola y mirándolo a él como se la comía, me ha abierto el apetito. He pensado: "serán de Empanada Mama". Un sitio colombiano que me llevó Josh un día y que se nos antoja cada vez que andamos por Hell's Kitchen.

De repente, el señor que era mi compañero de asiento se ha terminado la empanada, ha abierto la bolsa grande que tenía en el suelo, ha rebuscado un rato y ha sacado otra con los mismos ingredientes. Muy delicadamente se la ha llevado a la boca y ha empezado a masticar. Claro, yo hacía como que leía el libro. Los ojos se me estaban yendo solos. Y entre mordisco y mordisco, él ha mirado entre mis páginas y muy descaradamente se ha girado y me ha dicho:
- Oh, ¿hablas español? Ahora veo que estás leyendo un libro en español.
- Sí, soy de España. De Valencia.
- Oh, sí. Ustedes tienen ese acento con la ce. Valenzia, Barzelona. Oh, sí, sí, yo sé.
- ¿Y tú? ¿De dónde eres?
- Yo soy de Méjico, de Puebla .¿Lo conoce? ¿Ha estado en Méjico?
- Sí, bueno, tengo una amiga que cuando la conocí solo me cantaba: ¡Chúpale, chúpale..! - y le he hecho el gesto de beber.
El señor se ríe. Se ríe tan a gusto que se le sale un poco de empanada de la boca. Entonces, continúo.
- Estuve en Guadalajara, también. Visitando unos clientes. Visitando las piscinas grandes y la cría del camarón. Muy rico el camarón de Méjico.
- Sí, yo he escuchado. Guadalajara es muy linda. Esta empanada lleva camarón. Se llama Viagra.
- Ah, muy bonito nombre.
Este último comentario también le ha hecho gracia. Y menos mal que ya no le queda nada de comida en las manos. Entonces, vuelve a abrir la bolsa de delivery (entrega a domicilio) y saca otra bolsa de plástico más pequeña. Me la da y me dice:
- Tome, cómase esta que me queda. Estoy yendo a hacer un delivery y no se crea que son de la entrega, no. Estas me las he cogido yo para el trayecto. Ya llevo muchos años con ellos y en otro restaurante italiano. Me gusta hacer los deliveries. He probado dentro, en cocina, fregando platos...pero no. A mí me gusta esto.
- Eso está muy bien. Más independiente así. ¡Gracias por la empanada! ¿De verdad?
- Sí, sí. Cómasela. Es como la que me he comido yo. No se crea eso que pone en la bolsa Beef & Broccoli -, y señala las pequeñas letras que tiene la bolsa de papel.

Ya hemos llegado a la cincuenta y siete y se tiene que bajar. Yo, mientras, agarro la bolsa que lleva la empanada dentro con las dos manos, bien fuerte, no se me vaya a caer y desaparezca ese apetito que tanto me ha generado su olor. Nos despedimos medio en voz alta.
- Suerte, que tenga un buen día amigo -, le digo yo.
- Sí, igualmente. Acuérdese, esa empanada se llama Viagra por si algún día va a comer a Empanada Mama.


Luis mostrándome el ramo de rosas. 


Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...