miércoles, 23 de marzo de 2011

Cultural shock

Empiezo el año con una visita relámpago a Valencia, ciudad donde nací. Aprovechando un billete de ida y vuelta, tengo la suerte de disfrutar de unos días con mi familia y amigos. Es por eso, que quizás sea la falta de costumbres valencianas la que me lleva hablar de lo que un día me contó una profesora de la Universidad Otago: el cultural shock (choque cultural). Es decir, las sensaciones que se tienen cuando se llega nuevo a un destino. En mi caso, no es que sea nueva, es que han pasado diez meses hasta que he vuelto a mi país y donde he tenido buenas y malas impresiones, las cuales, no serían las mismas si no hubiera estado fuera de mi ciudad todo este tiempo. Así que sin más, podré hablar del primer fin de semana que tuve cuando llegué a España. Fue algo movido por un jet lag que no se me pasó hasta una semana después, una fiesta descomunal, una salida de compras por el centro de Madrid y algunas otras más historias que me pasaron y que al final de cuentas me dejaron muerta matá. 

Con ello, me llevo mi primera impresión en Madrid, ciudad con más habitantes que en todo su conjunto Nueva Zelanda. Allí aterrizo en un avión de Iberia -aerolínea española-, repleto de ejecutivos bien trajeados, con maletines, corbatas, abrigos...toda una gente elegante. Por entonces llevaba 30 horas de vuelo. Sin querer, escucho las conversaciones de los pasajeros tres filas más atrás mientras un miembro de la tripulación reniega porque los de bussiness class llevan demasiado equipaje de mano; señores, estamos en España. No hay restricciones (y si las hay se las saltan) pero sí, enfados porque el viajero de primera se ha pasado del límite.

Tras esto, una vez ya en tierra con mi querido hermano y hermosas primas, tomando una copa balón en un bar de barrio, me llevo un susto impresionante, pues mientras hablábamos largo y tendido y llegadas las 2 de la madrugada, un tipo bajito de aspecto corriente entra en el local y se dirige a los servicios -hasta aquí todo normal-. Como en cualquier bar español la entrada para utilizar los servicios no queda restringida, por norma general, a ninguna persona (pero creo que empiezan a haberlas). De pronto, este chico de aspecto corriente sale por la misma puerta por la que entró pero en su camino, haciendo una parada fugaz en la caja registradora, se detiene, mete mano y se lleva todo el dinero acumulado de la jornada. Claro, sale corriente dejando algo de confusión y mucho revuelo. Los más enterados salen corriendo tras el ladrón mientras algunos otros llaman a la policía. Las camareras, bastantes desconcertadas y sin saber muy bien qué hacer, deciden al fin, cerrar el local y mandarnos a todos afuera. Asimismo me llevo una emocionante primera noche madrileña.
Sabía que las cosas estaba mal por el país pero ¿esto? Chavales que se dedican a hacer la ronda por bares, a esas horas de la madrugada, cuándo muchos sitios ya están cerrando y tienen en caja el dinero acumulado tras un día de duro trabajo, y digo duro, porque al parecer la hostelería no está pasando unos de los mejores momentos. En Madrid hay bares y cafeterías en cada esquina y esto es una manera fácil de atracar sin utilizar armas ni violencia, solo se necesita un poco de picardía, ingenio y valor, además de necesidad. 

Albufera (comarca l'Horta Sud).
Valencia. Spain.


Y después de estar en Madrid, de tropezarme con quien andaba en contra mío, porque me había acostumbrado a hacerlo por el lado derecho; de intentar pagar 3 euros con la tarjeta de crédito cuando en realidad se necesita un mínimo importe para hacerlo; de devolver la bolsa de plástico en una tienda para que sea utilizada por el siguiente cliente, quien, tal vez, la necesite más que llego. Entonces llega el momento de conducir dirección Valencia y nada más llegar a la Avenida del Cid, llevarme la ligera impresión de que la ciudad es más cosmopolita. Ya sea porque hay más estudiantes o más viajeros o más turistas o gentes construyendo nuevas vidas. La ciudad dispone, por fin, de un servicio 24 horas de alquiler de bicicletas repartido en distintos puntos. Un sistema bastante práctico con recogida y devolución en un intervalo de 30 minutos por trayecto y a un precio muy accesible. Hace diez años éramos unos pocos los que nos movíamos en bicicleta, por entonces, siguiendo costumbres europeas. Ahora la ciudad tiene bicicletas para el residente, para el turista, para el estudiante y para el erasmus. Pues otra sorpresa más que me llevo de esta visita más que satisfactoria encontrándome con mi familia, con algunos amigos que estaban por alrededores y con otros que, aunque quisiera haber visto, están formándose y viajando por ahí.
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S. Aparicio Ramírez

Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...