jueves, 15 de mayo de 2014

Muy frenética

Nunca conseguir algo había costado tanto. Y es que, hasta un sábado, una se despierta en Nueva York con prisas, corriendo a una reunión que, posiblemente, te traiga la oferta de trabajo que estabas esperando. Así que una vez más: Welcome to New York!

Esta ciudad frenética que comentaba en la anterior entrega, no deja de sorprender. Ya son cinco meses que intento conseguir un trabajo que me apasione y me permita tener una vida un poco más establecida en la ciudad. Pero estos cinco meses son pura adrenalina. Unas constantes subidas y bajadas. La oportunidad está aunque se resiste a llegar y parece que se retrasa. Tras un trabajo en un Wine Bar, otro en una empresa de cosméticos franceses, otro en una agencia de marketing online, uno como profesora de inglés, unas prácticas en una importadora de vinos españoles... Llega el momento que, con estas últimas prácticas me centro en una industria, un tanto sofisticada, interesante y en crecimiento. Por ahí van los tiros. Sumergida en los tipos de uvas, las añadas, las denominaciones de origen, los países, el mundo viejo y el mundo nuevo. 

Sin embargo, aquellas prácticas que vacilaban de un futuro próspero, llenas de experimentos y proyectos, de aprendizaje y explosión profesional, de promesas que se dicen y que luego no se cumplen, se quedaron en habladurías. Lástima, o afortunadamente que, todo en la vida, sirve para algo. La primera lección, nunca confíes en las palabras de un jefe, siempre ten guardada una alternativa para que al final quien salga beneficiado seas tú, y no él. Él, el Gran Jefe, al fin y al cabo, si no tiene las bases de cómo llevar un negocio y si no sabe gestionar una empresa, nunca verá tu potencial. Como dice la canción de Manu Chao, "si la vida te da más de cinco cabrones para aguantar, se fuerza la máquina de noche y día". 

Pues cabrones hay en todas partes, y disculpen la palabra no quisiera ofender. También hay cincos razones para seguir luchando, cinco razones para seguir soñando. La ciudad de Nueva York se mueve, se mueve y se engrasa cada día como esa máquina que rueda y que cuenta Manu Chao. Cada día más fuerte para afrontar las siguientes entrevistas, ofertas no cumplidas y/ u ofertas que llegarán. Su fin, llegar a conseguir que el día siguiente sea mejor que el anterior. No es fácil y, Nueva York, no lo pone fácil. 

Hay muchas frases que recuerdo a menudo, al menos, en esos 50 minutos de tren que tengo a diario para llegar a la famosa Penn Station y que, me sirven para mirar el día a día con más optimismo y mejor entendimiento. Una: paciencia es la madre de la ciencia. Seguramente, nunca me había inquietado tanto una situación de incertidumbre como en la que me encuentro ahora mismo. Otra: las cosas buenas tardan en llegar. Mi tío Patrick me recordaba esta mañana que a menudo, aquellas buenas oportunidades tardan más en cultivarse hasta que el fruto ya está listo. Una más: si lo consigues en Nueva York, lo consigues donde sea. Ésta la comentaba en la anterior entrega, la famosa canción de Frank Sinatra. Hace unos tres meses mi tío Paco me propuso escribir una entrega donde explicase a qué se debe esa frase. Por entonces, apenas recién aterrizada (y aún sigo como marca nueva en esta gran ciudad) no tenía argumentos sólidos para publicar algo así. Hoy sí. Hoy sí después de todo este esfuerzo, calvario, entrevistas sin respuestas, promesas incumplidas, trámites truncados, procesos desconocidos y charlas inesperadas. Hoy sí y si después de todo esto, no sale nada, es que la canción, esa canción, tiene mucho más sentido de lo que yo me imaginaba. 



Los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. 
Pero este conocimiento no les impide hacerse a la mar.


Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...