viernes, 14 de octubre de 2011

Después de unos meses

Mi ausencia estos días (y meses) se debe a mi over work por querer ahorrar dinero y seguir mi viaje desde aquí al Sureste asiático. Por eso que no he encontrado tiempo para sentarme y escribir. Pero también se debe al cansancio y a la gran vida social que he ido acumulando en estos...¿seis meses? desde la última vez que escribí en Las Cuatro Cuarenta. 

Para muchos de vosotros ya queda lejos el verano, las altas temperaturas, las idas y venidas de amigos y familiares, la desconexión de la monótona vida, las cervezas bajo el sol y algún que otro placer de la vida, típicos de las fechas veraniegas. Sin embargo, al otro lado del mundo, en estos meses, ha llegado el invierno cargado de nieve e intenso de trabajo. Dunedin, la cuarta ciudad de Nueva Zelanda, ha vivido las consecuencias de uno de los más graves terremotos ocurridos en Christchurch, tercera ciudad del país. Unas 100.000 personas han emigrado a Wellington, la capital y/o a Dunedin, a unos 360 kilómetros al sur de la devastada ciudad. 

Con ello, algunos de los negocios se han ido trasladando a Dunedin poco a poco, lo que ha traído a la ciudad y concretamente a la hostelería conferencias, reuniones y cursos. Desde entonces, Southern Cross Hotel, el mejor hotel de la ciudad, ha estado ocupado casi al cien por cien y ha dado trabajo a los más de 50 asistentes que formamos la plantilla. Aunque, también durante estos meses, el haber trabajado en el hotel, me ha dado la oportunidad de servir al mejor equipo del mundo de rugby, The All Blacks, al de los jugadores del equipo de rugby de la ciudad de Perth (Australia) The Emirates Western Force y recientemente, durante mis últimos días trabajando en el hotel The Rugby Football Union, el equipo de rugby de la selección inglesa. Estos estuvieron alojados en el hotel unas tres semanas. Ahora mismo puedo recordar qué tipo de café tomaba cada uno de los jugadores y miembros de la dirección.

Además, he podido ir a dos de los cuatro partidos que se disputaban en Dunedin, y no en Christchurch, con motivo del Mundial de Rugby 2011 que empezó a principios de septiembre. El primero, Argentina vs England. Mi amigo Theo me ofreció ir al partido con él y acepté sin pensarlo dos veces. ¡Gracias Theo! El ambiente era pura adrenalina, cánticos, gran hinchada argentina, pancartas, respeto y mucha diversión. El fin de semana siguiente Dunedin volvía a recibir al equipo inglés, esta vez jugaban contra Georgia. Un partido no muy relevante jugando contra un equipo flojo del mundial, un domingo a las 6 de la tarde. Ni imaginarme, entonces, que podría ir al estadio y ver otro partido del mundial ¡gratis! El mismo día del partido, estando con mi amiga Carla, chilena que le gusta mucho bailar salsa, su novio, camarero de uno de los más populares bares durante el mundial, nos ofreció dos entradas. ¿Cómo? Uno de sus clientes, quien tomaba tranquilamente una cerveza en el bar con su mujer, rechazaba ir al partido. Simplemente prefería quedarse allí y verlo por televisión. Así que, Carla, no muy convencida, y yo nos íbamos al estadio con las dos entradas en mano. Los asientos estaban ubicados en una inmejorable zona; ¡hasta salimos en la tele! Más tarde nos enteramos que esta pareja había venido a Nueva Zelanda en un viaje organizado, solo y exclusivamente, para ver cinco partidos de su equipo inglés.

Y si en su día pensé ir a South Africa porque en el verano del 2010 iba a tener lugar el Mundial de Fútbol y sería un buen momento para trabajar de periodista y estar viviendo en otro continente. Ahora, más de un año después, en la otra parte del mundo, he podido vivir el Mundial de Rugby 2011, ir a dos partidos, conocer a importantes jugadores y en fin, esperar a que llegue la final en tan solo dos semanas. ¿Apuestas? por aquí, los kiwis dicen que será una final como aquella del 1987 cuando The All Blacks derrotaron a Francia 29-9; éste ha sido su primer y único título conseguido hasta el momento.


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S. Aparicio Ramírez

Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...