martes, 20 de diciembre de 2011

Disfrutar del viaje...

Desde ahora y hasta el final de mi aventura dedicaré este blog a cada uno de los destinos que pararé, con mi mochila a cuestas, y donde me quedaré un día, dos o una semana.



Comienza una serie de relatos en los que intentaré reflejar las más curiosas y divertidas anéctodas, lugares, vivencias, experiencias; será una serie de relatos de personas y reflexiones.


Como me dijeron hace diez años en la escuela: Bon vent i barca nova.


Disfrutar del viaje....


 
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S. Aparicio Ramirez

viernes, 14 de octubre de 2011

Después de unos meses

Mi ausencia estos días (y meses) se debe a mi over work por querer ahorrar dinero y seguir mi viaje desde aquí al Sureste asiático. Por eso que no he encontrado tiempo para sentarme y escribir. Pero también se debe al cansancio y a la gran vida social que he ido acumulando en estos...¿seis meses? desde la última vez que escribí en Las Cuatro Cuarenta. 

Para muchos de vosotros ya queda lejos el verano, las altas temperaturas, las idas y venidas de amigos y familiares, la desconexión de la monótona vida, las cervezas bajo el sol y algún que otro placer de la vida, típicos de las fechas veraniegas. Sin embargo, al otro lado del mundo, en estos meses, ha llegado el invierno cargado de nieve e intenso de trabajo. Dunedin, la cuarta ciudad de Nueva Zelanda, ha vivido las consecuencias de uno de los más graves terremotos ocurridos en Christchurch, tercera ciudad del país. Unas 100.000 personas han emigrado a Wellington, la capital y/o a Dunedin, a unos 360 kilómetros al sur de la devastada ciudad. 

Con ello, algunos de los negocios se han ido trasladando a Dunedin poco a poco, lo que ha traído a la ciudad y concretamente a la hostelería conferencias, reuniones y cursos. Desde entonces, Southern Cross Hotel, el mejor hotel de la ciudad, ha estado ocupado casi al cien por cien y ha dado trabajo a los más de 50 asistentes que formamos la plantilla. Aunque, también durante estos meses, el haber trabajado en el hotel, me ha dado la oportunidad de servir al mejor equipo del mundo de rugby, The All Blacks, al de los jugadores del equipo de rugby de la ciudad de Perth (Australia) The Emirates Western Force y recientemente, durante mis últimos días trabajando en el hotel The Rugby Football Union, el equipo de rugby de la selección inglesa. Estos estuvieron alojados en el hotel unas tres semanas. Ahora mismo puedo recordar qué tipo de café tomaba cada uno de los jugadores y miembros de la dirección.

Además, he podido ir a dos de los cuatro partidos que se disputaban en Dunedin, y no en Christchurch, con motivo del Mundial de Rugby 2011 que empezó a principios de septiembre. El primero, Argentina vs England. Mi amigo Theo me ofreció ir al partido con él y acepté sin pensarlo dos veces. ¡Gracias Theo! El ambiente era pura adrenalina, cánticos, gran hinchada argentina, pancartas, respeto y mucha diversión. El fin de semana siguiente Dunedin volvía a recibir al equipo inglés, esta vez jugaban contra Georgia. Un partido no muy relevante jugando contra un equipo flojo del mundial, un domingo a las 6 de la tarde. Ni imaginarme, entonces, que podría ir al estadio y ver otro partido del mundial ¡gratis! El mismo día del partido, estando con mi amiga Carla, chilena que le gusta mucho bailar salsa, su novio, camarero de uno de los más populares bares durante el mundial, nos ofreció dos entradas. ¿Cómo? Uno de sus clientes, quien tomaba tranquilamente una cerveza en el bar con su mujer, rechazaba ir al partido. Simplemente prefería quedarse allí y verlo por televisión. Así que, Carla, no muy convencida, y yo nos íbamos al estadio con las dos entradas en mano. Los asientos estaban ubicados en una inmejorable zona; ¡hasta salimos en la tele! Más tarde nos enteramos que esta pareja había venido a Nueva Zelanda en un viaje organizado, solo y exclusivamente, para ver cinco partidos de su equipo inglés.

Y si en su día pensé ir a South Africa porque en el verano del 2010 iba a tener lugar el Mundial de Fútbol y sería un buen momento para trabajar de periodista y estar viviendo en otro continente. Ahora, más de un año después, en la otra parte del mundo, he podido vivir el Mundial de Rugby 2011, ir a dos partidos, conocer a importantes jugadores y en fin, esperar a que llegue la final en tan solo dos semanas. ¿Apuestas? por aquí, los kiwis dicen que será una final como aquella del 1987 cuando The All Blacks derrotaron a Francia 29-9; éste ha sido su primer y único título conseguido hasta el momento.


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S. Aparicio Ramírez

domingo, 17 de abril de 2011

Feastock

Feastock. ¿Cómo hacer un festival en casa y para los de casa?
Este es el nombre de un festival de música creado por un grupo de chavales, músicos e... inquilinos en una misma casa. De ahí que tenga algo de diferente este evento, ya consagrado, por tercer año consecutivo en la ciudad de Dunedin. Los cinco viven en el número 3 de Fea Street, Dalmore, Pine Hill. Una casa con seis habitaciones, un baño completo, una cocina –alargada- con un gran ventanal que tiene vistas a una enorme terraza con jardín y gradas (construidas por ellos). Y es, en este mismo lugar, donde el pasado sábado 16 de abril, se escondía uno de lo más populares eventos musicales del año: Feastock 2011

La idea surgió hace tres años cuando Steve, Peter, Logan, Callum y Kathy pensaron en juntar a unos cuantos amigos, un mismo día, para disfrutar de la música. Así su primera edición nació en 2009 cuando apenas contaban con recursos económicos y tenían muy poca experiencia en la organización de grandes eventos (éste con aforo para 300 personas) aunque, eso sí, sobraban las ganas de hacerlo bien. Asimismo, se pusieron manos a la obra; contactaron amigos, diseñadores gráficos, fotógrafos, cámaras, iluminadores, técnicos de sonido, gerentes de locales, seguridades... Con el empeño de hacer algo diferente y familiar el festival diurno empezaba a tener forma. Muchas de las amistades del mundo artístico ayudaron en todo lo posible con una dosis añadida de mucha ilusión. El cartel del Feastock 2009 se llenaba poco a poco con un insólito número de 9 grupos de música para nueve horas de festival. En su conjunto, el escenario, las luces, los inodoros portátiles y las zonas habitadas por si llovía, a principios de otoño, dejaron impresionado a más de un asistente que se iba con el deseo de volver a repetir próximamente. 

Feastock 2011
Alizarin Lizard. Dunedin. NZ

Y así lo hicieron, pasado el año, el Feastock mejoró en técnica de sonido y afinó su horario para que, esta vez, 10 bandas tocaran desde las 12 del mediodía hasta las 9 de la noche. Se hicieron muchos más preparativos, se corrigieron errores, algunas de las  bandas que participaron el año anterior repetían una vez más y, otras tantas, se unían al cartel de esta nueva edición. Los vecinos y la comunidad fueron avisados del evento y con esto, los organizadores previeron problemas con la policía. La entrada al recinto con bebidas en botellas de cristal quedaba totalmente prohibida y solo se permitían botellas de plástico o latas,  por lo que, así, evitaban daños entre los espectadores... como, por ejemplo, este niño que jugaba y bailaba entre el fango en la edición del 2011. 

Feastock 2011.
Dunedin. NZ

Tras mucha expectación, mucha más publicidad, un documental y un cartel con mucho mayor peso popular llegaba el Feastock 2011. Y aquí estaba yo. Aún con la resaca de la música en vivo, el rock&roll, con la sensación de que este grupo de chavales tienen muchas ganas de disfrutar de Su música... y de que, al fin y al cabo, eso es lo más importante cuando se hace bien. Me llevo una de las mejores experiencias vividas hasta ahora en Dunedin. El buen rollo, la tranquilidad de no tropezarse con la violencia y que, en Nueva Zelanda, encuentras cada fin de semana, la música en directo; quedarme fascinada viendo a uno de los mejores baterías del país y quien es mi compañero de piso en: Operation Rolling Thunder. O simplemente ver Idiot Prayer, Thundercub, Alizarin Lizard, Left or RightMountaineater...
Dunedin, ciudad de artistas y para artistas. 

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S. Aparicio Ramírez

miércoles, 23 de marzo de 2011

Cultural shock

Empiezo el año con una visita relámpago a Valencia, ciudad donde nací. Aprovechando un billete de ida y vuelta, tengo la suerte de disfrutar de unos días con mi familia y amigos. Es por eso, que quizás sea la falta de costumbres valencianas la que me lleva hablar de lo que un día me contó una profesora de la Universidad Otago: el cultural shock (choque cultural). Es decir, las sensaciones que se tienen cuando se llega nuevo a un destino. En mi caso, no es que sea nueva, es que han pasado diez meses hasta que he vuelto a mi país y donde he tenido buenas y malas impresiones, las cuales, no serían las mismas si no hubiera estado fuera de mi ciudad todo este tiempo. Así que sin más, podré hablar del primer fin de semana que tuve cuando llegué a España. Fue algo movido por un jet lag que no se me pasó hasta una semana después, una fiesta descomunal, una salida de compras por el centro de Madrid y algunas otras más historias que me pasaron y que al final de cuentas me dejaron muerta matá. 

Con ello, me llevo mi primera impresión en Madrid, ciudad con más habitantes que en todo su conjunto Nueva Zelanda. Allí aterrizo en un avión de Iberia -aerolínea española-, repleto de ejecutivos bien trajeados, con maletines, corbatas, abrigos...toda una gente elegante. Por entonces llevaba 30 horas de vuelo. Sin querer, escucho las conversaciones de los pasajeros tres filas más atrás mientras un miembro de la tripulación reniega porque los de bussiness class llevan demasiado equipaje de mano; señores, estamos en España. No hay restricciones (y si las hay se las saltan) pero sí, enfados porque el viajero de primera se ha pasado del límite.

Tras esto, una vez ya en tierra con mi querido hermano y hermosas primas, tomando una copa balón en un bar de barrio, me llevo un susto impresionante, pues mientras hablábamos largo y tendido y llegadas las 2 de la madrugada, un tipo bajito de aspecto corriente entra en el local y se dirige a los servicios -hasta aquí todo normal-. Como en cualquier bar español la entrada para utilizar los servicios no queda restringida, por norma general, a ninguna persona (pero creo que empiezan a haberlas). De pronto, este chico de aspecto corriente sale por la misma puerta por la que entró pero en su camino, haciendo una parada fugaz en la caja registradora, se detiene, mete mano y se lleva todo el dinero acumulado de la jornada. Claro, sale corriente dejando algo de confusión y mucho revuelo. Los más enterados salen corriendo tras el ladrón mientras algunos otros llaman a la policía. Las camareras, bastantes desconcertadas y sin saber muy bien qué hacer, deciden al fin, cerrar el local y mandarnos a todos afuera. Asimismo me llevo una emocionante primera noche madrileña.
Sabía que las cosas estaba mal por el país pero ¿esto? Chavales que se dedican a hacer la ronda por bares, a esas horas de la madrugada, cuándo muchos sitios ya están cerrando y tienen en caja el dinero acumulado tras un día de duro trabajo, y digo duro, porque al parecer la hostelería no está pasando unos de los mejores momentos. En Madrid hay bares y cafeterías en cada esquina y esto es una manera fácil de atracar sin utilizar armas ni violencia, solo se necesita un poco de picardía, ingenio y valor, además de necesidad. 

Albufera (comarca l'Horta Sud).
Valencia. Spain.


Y después de estar en Madrid, de tropezarme con quien andaba en contra mío, porque me había acostumbrado a hacerlo por el lado derecho; de intentar pagar 3 euros con la tarjeta de crédito cuando en realidad se necesita un mínimo importe para hacerlo; de devolver la bolsa de plástico en una tienda para que sea utilizada por el siguiente cliente, quien, tal vez, la necesite más que llego. Entonces llega el momento de conducir dirección Valencia y nada más llegar a la Avenida del Cid, llevarme la ligera impresión de que la ciudad es más cosmopolita. Ya sea porque hay más estudiantes o más viajeros o más turistas o gentes construyendo nuevas vidas. La ciudad dispone, por fin, de un servicio 24 horas de alquiler de bicicletas repartido en distintos puntos. Un sistema bastante práctico con recogida y devolución en un intervalo de 30 minutos por trayecto y a un precio muy accesible. Hace diez años éramos unos pocos los que nos movíamos en bicicleta, por entonces, siguiendo costumbres europeas. Ahora la ciudad tiene bicicletas para el residente, para el turista, para el estudiante y para el erasmus. Pues otra sorpresa más que me llevo de esta visita más que satisfactoria encontrándome con mi familia, con algunos amigos que estaban por alrededores y con otros que, aunque quisiera haber visto, están formándose y viajando por ahí.
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S. Aparicio Ramírez

Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...