jueves, 28 de agosto de 2014

Los días pasan en la gran ciudad

Llevo algunos meses pendiente de escribir en Las Cuatro Cuarenta y por fin, robo algo de tiempo a mi día a día. Es cierto que en las últimas entregas reflejaba un estado apático pues las circunstancias que se estaban dando a mi alrededor eran bastante devastadoras. 

Hay sentimientos enfrentados en esta gran ciudad. Normalmente, cuando la vida te lleva con el flujo de la gente, no eres consciente de mirar a tu alrededor y reflexionar. Cuando vas caminando y caminas por inercia, sabes que algo muy deprisa te está pasando por tu lado y no te da tiempo a pensar cual es el camino que has de coger para ir a casa, por ejemplo. A veces, cuando me siento en el sofá del salón de casa, que por cierto, es bastante angelical, pienso '¿Cómo he llegado hasta aquí?'. Sí, esta ciudad te arrastra. 

Dentro de poco se cumplirán 9 meses en Nueva York y como todo animal, nos acostumbramos a nuestra habita pasados 6 meses. El sentido que se tiene de esta ciudad es muy diferente a medida que pasa el tiempo. En ese tiempo empiezas a entender muchas cosas y a ver esas cosas de diferente manera. Hace poco un amigo de Valencia estuvo de visita por la ciudad. Me sorprendí a mi misma cuando en el momento de pasar las barras del metro, su ticket no funcionaba y le dije 'Entra con agresividad, así como va la gente'. ¡Increíble! Sí, esta ciudad te lleva a decir estas cosas. 

Una vez estás en el metro, aquello ya es una lucha de ver quien es el más fuerte, el más listo y el más entero. A parte de que las horas que pasas en él pueden ofrecerte mucho espectáculo. Ayer, sin ir más lejos, entró una señora con una Biblia en la mano, envuelta en un folio blanco que con rotulador decía 'Law is the Biblie' (La ley es la Biblia). Muchas de estas personas que inician un discurso en el vagón se esperan a que el tren arranque. Una vez en marcha, esta mujer se puso a gritar frases incomprensibles con un inglés entre latino, portugués, indio y americano; vamos, que allí no había quien le entendiera. Lo gracioso llega en el momento que fui a cambiar de tren y la señora entró detrás mío. Pensé 'Noooo' y corriendo salí para saltar al de al lado que justo sus puertas se estaban cerrando y que el revisor volvió abrir y que, además, renegó por megafonía. Los otros pasajeros me observaron y no me quedó otra cosa que sonreír; sabía lo que acababa de pasar. 

Así, los días, las semanas y los meses han ido pasando. Dicen que a veces es bueno desconectar de la rutina y quedarte sin batería en el móvil, al menos, un fin de semana. El pasado sábado estuve en Boston. Una ciudad con cierto encanto, pequeña, manejable, limpia, segura -y más tras la explosión durante el maratón del 2013-, juvenil, con una brisa que llega del río Charles y que te obliga a ponerte una chaqueta en el mes de agosto. Sin embargo, cuando volví a Nueva York algo me hizo pensar que la adrenalina de esta ciudad engancha y que el momento de vivirlo, disfrutarlo y exprimirlo es ahora que, somos jóvenes, pertenecemos a la generación millennial y tenemos ganas. Y esto va por muchos de los españoles y amigos que tengo en la ciudad y quienes todos tenemos un propósito: llevarnos lo mejor de cada momento que vives en esta ciudad, ya sea más duro o más fácil.


NYC Subway


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