viernes, 25 de abril de 2014

¡Cuánto me estáis enseñando!

Pues sí, llevo casi cinco meses en la ciudad y hay muchas historias que contar. Algunas las intento reflejar en Las Cuatro Cuarenta. 

Pensamos que vivir en una ciudad de nombre es 'cool', formidable, diferente, apasionante y sobre todo, que todos los ojos están puestos en ella. Sin embargo, hay otros que encuentran fascinante vivir en ciudades exóticas, sin nombre, culturalmente diferentes, atractivas por su lejanía y maneras de supervivencia. Pero si lo piensas detalladamente, la ciudad en sí, no importa. En cambio el lugar sí, ¿por qué?. Por la sencilla razón de que el lugar es el que creas, el que te sientes infentificada y cómoda. 

Por ejemplo, la ciudad de Nueva York es esa a la que se le llama: New York City. Es esa que tiene al mundo entero mirándola. Se le mira y se le apasiona porque la sociedad, nosotros, hemos creado que así sea, ese concepto mágico de que Nueva York es NUEVA YORK. Hemos crecido con la idea de que esta ciudad lo tiene todo, y es cierto, aunque igual carece de limpieza urbana y otras historias más. Esta es la ciudad a la que se le han escrito decenas de canciones. Donde se dice que conseguirlo aquí, es conseguirlo en todas partes. La ciudad que amas y odios en un mismo día. La ciudad que recomiendan vivir una vez en la vida pero te dicen que te vayas antes de que sea tarde.

Sin embargo, también puedes irte a vivir a ciudades que por su situación geográfica la hacen un poco más insólita. Como es Auckland, la ciudad más poblada de Nueva Zelanda, conocida como las antípodas españolas. Ese mundo entero que hay que recorrer para que no hayan distancias. Solo existen las que nos proponemos. Ese país donde el 30% del mundo no sabe ni donde está, ni que hay allí, ni que existe. Ese país que en numerosas ocasiones se le confunde con Australia. Ese país que cuando se nombra, le sigue una cara de felicidad. E incluso, el país que por ser tan poco conocido y pequeño hace ¿qué perjudique al comportamiento neozelandés?

Sin ir más lejos, las redes sociales reflejan este movimiento general dividido por las nuevas tecnologías, edades, sexos y demás. Gracias a la actualización de estado en el Facebook, por ejemplo, uno se hace una idea que intereses tiene un neoyorquino, neozelandés o tailandés. El primero intentará siempre llamar la atención poniendo anuncios, haciendo preguntas y organizando eventos. El segundo fascinará a todos por la historia tan alucinante que acaba de ver en el metro, compartirá lo más inverosímil que hay en las calles de la ciudad o anunciará su próximo estreno artístico. Y la tercera, se limitará a colgar fotos de comida, de sus playas de aguas turquesas y de ellos mismo con cara de felicidad. De hecho, acaba de salir un estudio que dice que la gente de Bangkok y Sao Paulo son los más felices en sus 'selfies'.

De este mismo modo, la actitud de un neoyorquino frente a ciertos problemas, no será igual que la que refleje un neozelandés. Sus habitas son diferentes. Allá donde un conflicto cívico ruso parece no importar porque los intereses económicos, políticos, sociales no tienen nada que ver con el país; en Nueva York, en Estados Unidos, algo así se mira con lupa. Y así, lo mismo ocurre con un sin fin de historias que pueden afectar a dos sociedades anglosajonas totalmente diferentes.

En fin, que mientras unos intentan llamar la atención, otros ya la tienen. En una ciudad se reúne más cantidad de gente que un país entero. En los dos sitios les une una misma lengua, diferente acento, mismos 'bagels' (panecillos), mismos hábitos y diferente comportamiento. Y ya que nombré Tailandia, y mi paso por Bangkok, en alguna entrega confrontaremos la sociedad asiática con la americana. Dos mundos. 

Nueva Zelanda y Nueva York.
Nueva York y Nueva Zelanda ¡cuánto me estáis enseñando!


"Dime y lo olvido, 
enséñame y lo recuerdo, 
involúcrame y lo aprendo".

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