Hay unos 53.000 vagabundos en todo Nueva York. Unos
22.000 son niños. De entre esta cifra, más de 12.000 familias enteras viven
en las calles de esta gran ciudad. Es por eso que ahora una entiende la
cantidad de gente que hay en la calle pidiendo 'una ayuda'; es innumerable. Hay
algunos que se atreven a entretenerte con unos malabares, otros sujetan un
cartel, otros tantos duermen con un gorro entre sus piernas. Algunos te
sorprenden con un libro en la mano y una bonita frase que dice Everyone needs a little bit of help (Todo
el mundo necesita un poco de ayuda). E incluso hay algunos que sujetan un
cartel con dos hilos desde sus determinaciones apuntadas. En él te explica que
le pasó y lo que necesita. El texto está en inglés y en castellano.
Claro, al principio iba repartiendo dólares por
compasión ¿podría decir?. Me sorprendía de mí misma porque me sorprendía ver a
tantas personas pidiendo y no me sorprendía de la misma manera cuando vivía en
Bangkok. Será que una llega a EE.UU. pensando que todo es capital, consumo,
riqueza...¡Pero no! ¡No es así! Y tiene sentido...de eso ya hablaré en mi
siguiente entrega.
Ahora, que desde hace 15 días encuentras chocolatinas en forma de huevitos y envueltas de un color brillante en las tiendas, esas que dicen Pharmacy 24h, que uno de un país
no-anglosajón puede pensar que es una Farmacia, llena de medicamentos y demás, pero no, esto es un supermecado donde se vende todo tipo de comestibles empaquetados,
enlatados o en bolsas. Y allí es donde encuentro un pasillo repleto de
chocolates en forma de conejo, de huevo, de pato... porque las Pascuas están
cerca (¿?). Así que lo que hago es comprar bolsas (en plural, porque ya van un
par) que cuestan alrededor de unos $3 y que van cinco onzas (no llega a 150gramos). La llevo en el
bolso y, como no puedo soltar los dólares tan al aire, porque realmente vuelan
y porque mi sueldo no alcanza para mucho, reparto chocolates a los vagabundos que leen,
que tienen un cartel que me llama la atención y a los niños. Éstos no piden
pero igual, el metro que cojo a diario para subir al Bronx cada día va repleto
de niños cogidos de la mano de su mamá. Vamos, que soy la 'Tía de los
chocolates', como me dice una compañera de trabajo, que por cierto, es
dominicana. Bueno, todos mis compañeros son dominicanos y/o con papás
dominicanos pero nacidos aquí. Éstos pronuncian la ere como una ele y la ele
como una ere. Vamos, que hasta el más doctor de los doctores suena divertido y
poco serio. Pero ellos no tienen la culpa. La tienen los gallegos que llegaron
a su país. Gallegos de Madrid, también, ¿eh?. Como me dijo el vendedor número
uno de la empresa: "El dueño de esa tienda a la que irás el viernes es gallego, bueno, nacido en
Madrid. Esos son gallegos también, ¿no?" En fin...
El caso es que a parte de
gente que vive en la calle hay otra que te entretiene los largos viajes en metro
y en una línea que cruza Manhattan, como por ejemplo la R, te encuentras desde
tres jovencitos rapeando mientras uno hace piruetas arriba y abajo, enganchado
en las barras y saludando boca abajo, con mucha gracia, a todo el personal, hasta un señor haciendo trucos de magia de donde
saca una paloma, un conejo y hace desaparecer un sombrero. O, siguiendo en la línea
de las artes, también te encuentras alguno que toca los timbales. Pero,
entonces tu viaje puede terminar en la parada principal de Brooklyn y tener el
gustazo de cruzarte, por sorpresa, pues su entrada en el vagón es discreta, con tres
hombres de unos 50 años, afroamericanos, cruzando de un lado a otro del vagón,
en fila india y sosteniendo un gorrito negro al mismo tiempo que cantan a
Capella "What a wonderful world that would be...
"La verdadera pobreza no es la falta de pan, ni de techo,
la verdadera pobreza viene de la sensación de no ser nadie".
*Cita extraída de María Teresa de Calcuta. Lección número uno que aprendes viviendo en Nueva York es que, aquí, no Puedes ser como ella...
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