viernes, 7 de mayo de 2010

Salsa. Puñetazo. Peripecias.

La vida nocturna en Dunedin comienza un miércoles y termina un martes, eso, para los que se lo saben montar muy bien. Yo, por el momento, espero el fin de semana que me permitirá disfrutar y tener algo de vida social. Lo cierto es que ya tuve ocasión de salir por la zona de bares y pubs. No es que me sintiera muy a gusto o como dirían los argentinos, muy en mi onda. El primer contacto lo tuve un viernes por la noche acompañando a una mujer de 46 años a un sitio donde cada viernes se baila salsa. Mira, ¡qué casualidad! Lo mismo me pasó cuando llegué a Edinburgh. David, un valenciano que ya estaba viviendo allí unos cuantos meses, me llevó mi primera noche al Cuba Libre. Y ahora, que me vengo a miles de kilómetros de Europa, me ocurre lo mismo. No soy muy aficionada a este tipo de música y ni mucho menos experta en este tipo de baile. Cuando eres española inconscientemente se te relaciona con la salsa, el merengue, la rumba y los mojitos. Y en esto último no andarían muy mal encaminados. Aún así, corrígeme si me equivoco, creo que en España no hay tanta conciencia del baile latino como lo tiene fuera de ésta. De hecho, donde más se practica es en Latino América y si tienden a confundirnos será por ¿el idioma? Pero nos confundan o no, como ya pude comprobar, tanto en Escocia como aquí la gente que baila salsa son auténticos profesionales. Se suelen reunir en el mismo sitio cada semana, una sala con capacidad para unas 60 personas, la música alta, muy poca ventilación (más de uno acaba sudando) y las parejas se van intercambiando. En este caso, mejor seguir bebiendo del cocktail, echarse a un lado y no provocar la petición de baile, sino, ¡estás perdida!

Helicóptero aterrizando en el Dunedin Hospital. NZ.

Después de ese viernes, también salí al día siguiente con un grupo de chicos y chicas que rondaban los 19 años. Como era de esperar, la noche me deparaba otro tipo de ambiente y otras sensaciones; hasta se atrevieron a decirme sí tenía 17 años. ¡Vaya locura! Tengo que admitirlo, yo no puedo decir lo mismo. Las chicas en esta ciudad me confunden, no puedo arriesgarme a decirles una edad porque las que me parecen que tienen más edad resulta que son más jóvenes y viceversa. Esta no es sólo mi impresión, también la comparto con algunos extranjeros. No hay duda, cuando salen de fiesta, arregladas, con taconazos, sin medias y congeladas, pierdes la orientación fácilmente.

Durante la noche nos adentramos en una decena de bares. Por la calle llamábamos la atención, seríamos una veintena de personas (aunque al final de la noche quedamos seis). En un momento, nos detuvimos y esperamos a que sus amigos terminasen de pegarse. Así, tal cual, como algo corriente. Mientras tanto ellas conversaban, se reían, se lanzaban piropos (¡qué mono es tu vestido!) y no hacían nada, ni por remediarlo, ni por detenerlo. En este caso vi a estos conocidos que, sin motivos aparentes, decidieron enzarzarse con otro grupo.

Además, esa noche vi alrededor de unas cinco peleas; la primera vez, pregunté a las adolescentes que estaban conmigo la cotidianidad y por consiguiente, la trivialidad que suponía esto. A lo que me contestaron con una total naturalidad y desatención: They are idiots! (¡Son idiotas!). El momento transcurrió así: ellos podían estar pegándose sin ningún sentido, si bien fuese para comprobar su fuerza o vete tú a saber, y ellas aguardaban en un lado, hablando, fumando, y riendo ó, yendo al baño en grupo.

La velada aún traía más historia. En el momento de coger un taxi, unas 25 personas hacían cola, que si parejas de enamorados, que si grupos de amigos, de amigas que si dos chicas solas y de repente, un chico que bajaba la calle ladeando. Yo lo vi. Una de las primeras en la fila estaba esperando al siguiente taxi y, sin darse cuenta, recibió un puñetazo. El chico se alejó sin más, la joven entró en el taxi, lloró, habló por teléfono, el taxista no arrancó, la cola no avanzaba, las conocidas que estaban conmigo empezaron a quejarse, entre la gente se armó un revuelo y yo seguí con la boca abierta unos segundos más. Cuando reaccioné, intenté contar a las chicas lo que estaba pasando, porque parecían no darse cuenta y porque las quejas no venían dadas por lo que el chico había hecho, pues éste ya había desaparecido. Ninguna de ellas me hizo caso, me dirigía a sus espaldas y lo único que les interesaba era que llegase su ‘puñetero’ taxi. Al cabo de una semana, apareció en el periódico una noticia relacionada con la agresión donde la joven había denunciado al chico. En ese mismo diario encontré una publicidad en la que se anunciaba el porcentaje de jóvenes embriagados y hospitalizados tras una noche de juerga. 

Claramente esto es un reclamo para paliar la agresividad que conlleva el beber alcohol deprisa y dulce. Y no cabe duda de que las autoridades están al corriente de lo que sucede por las noches.
Igualmente, y no sé si el gobierno kiwi lo sabrá, esa misma noche descubrí que los coches que llevan puesto un cartel For sale (se vende) no significa exactamente eso. Éstos son anuncios para mandarse mensajes, concretar una hora, un lugar y encontrarse para hacer carreras ilegales. 

Sin más, este fin de semana en Liberty Lounge volveré a escuchar salsa y escabullirme detrás de la barra será la excusa (para no tentar a la suerte). Otro día cenaré con unos conocidos e iré a una flat party (fiesta en un piso). Así que casi mejor no predecir lo que me pasará; no pensar en nada ni cavilar a medias. Eso sí, la ubicación de mi habitación 304 ayudará a que no tenga que coger un taxi, me evitaré colas, puñetazos y mal estar. Pues se quedará en un sin fin de peripecias nocturnas.

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S. Aparicio Ramírez

2 comentarios:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=v2IrGOIHLpc&feature=related


    curioso esto también

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  2. Silvi ," poc trellat " no me gusta la violenoia ...pare ..petons!!

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Buenos días mundo

Me comentan que estos días está lloviendo y hace feo en Valencia y que, incluso mejor porque así no entran más ganas, aún si caben, de salir...