sábado, 18 de febrero de 2012

Camino a Auckland para Navidad...

Los días en Wellington pasaron rápido, a penas quedaba una semana para que llegara la navidad. Desde el sur de la isla norte tenía que llegar a Auckland, la ciudad de referencia. Como ya mencioné en una ocasión, hacer autostop en ciudades grandes es algo complicado y se hace más pesado si está lloviendo. El viernes que decidí poner rumbo al norte, un canadiense, que dormía en el mismo albergue que yo, se ofreció llevarme a la salida más idónea para encontrar coche que fuera hacia el norte. Pero claro ¿cuál? Siendo realistas aquello iba a ser una misión y acabé cogiendo un autobús con la compañía Intercity a Palmerston North, por unos 17 dólares, el destino más cercano y barato. El pueblo es un lugar de paso para turistas, industrial y con muchos trabajadores de por la zona. Además, tuve la brillate idea de ir a parar a un albergue donde su dueña era todo menos amable. Unas chicas maori que encontré en la estación me condujeron hasta aquel siniestro lugar y hasta ellas se sorprendieron con la bienvenida. Si alguna vez parais en Palmerston North, nunca jamás os alojéis en Greenfeet backpacker.

Al día siguiente, la lluvia me perseguía y mis ganas de hacer autostop amainaban. Contraté otro autobús con la misma compañía a Taupo, esta vez el billete eran 34 dólares, pero ¡qué remedio! De hecho, poco pude hacer en Taupo donde todas sus actividades están dirigidas al aire libre. Lo bueno de este lugar, fueron los staff del albergue Rainbow Lodge y el ambiente que se vivía en la cocina. En vez de estar allí dos noches, lo prolongué una más para esperar a que saliera el sol y poder hacer esto...


Lake Taupo. NZ
Hot Springs.
Taupo. NZ

Aún así intentaría volver más adelante ya que me quedaba con las ganas de subir al volcán Tongariro. Mientras las noches en el albergue fueron divertidas y una de ellas, con una de las historias más impactantes escuchadas hasta ahora. Un par de alemanes de unos treinta años hablaban con el más mayor de entre todos los mochileros, Matthias, de 52 años. Cuando se ven a personas mayores en albergues de bajo coste uno tiende a pensar que este no es lugar para gente mayor pero creo que para Matthias era justo el apropiado. A sus tempranos 25 años, este alemán creó su empresa y en poco tiempo se convirtió en una de las más grandes en su sector (lástima que no recuerdo el nombre). Se casó, tuvo dos hijos y por motivos laborales, no paró de viajar de un hotel, a otro. Grandes habitaciones, con las mejores prestaciones, apetitosas comidas, cenas de negocios y el Sky TV. Aquello me recordó a la vida que llevaba Brad en sus mini vacaciones por Nueva Zelanda y la consiguiente guasa cuando le llevé a aquel albergue. Pero, volviendo a la historia de Matthias, 23 años más tarde su esposa e hijos fallecería repentinamente en un accidente de coche.

Tiempo después siguió trabajando y, como se había planteado de joven, vendió su empresa al cumplir los 50 años de edad. Ahora, ya no quería hospedarse en hoteles de lujo, ni quería empaparse el sky TV, ni estar durmiendo solo en la habitación... Para él había llegado el momento de disfrutar de lo que no pudo en su día y de impregnar, a más de un viajero, las ganas de descubrir mundo, de disfrutar de lo que se tiene miedo, de aprender de los demás y sobre todo, de no ver ni planear el futuro pues el futuro es incierto. Con el puño cerrado y fuerte me dijo ¡aprovecha el momento! Una vez más, me volvió a recordar que estamos en esta vida, que es única, solo una vez. Mi camino hacia el norte para reencontrarme con amigos para navidad había adquirido, ahora, un diferente sentido.


Lluvia en Taupo. NZ


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S. Aparicio Ramirez

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