miércoles, 8 de febrero de 2012

La Golden Bay y el Abel Tasman

Los galleguiños tienen un sentido del humor bastante diferente a la gente del mediterráneo. Sin embargo, en ocasiones creí ver en Antonio y Alfonso la misma chispa que tiene mi hermano, algo sarcástico e inteligente y muy divertido.

Estos chicos estaban de vacaciones por NZ con los días contados y sin saber "exactamente lo que hacemos aquí" como diría Alfonso.


Con Alfonso -de azul- y Antonio -de verde-.
Golden Bay. NZ

Pregunté en inglés de donde eran y hacia donde iban. Un acento muy Spanish de Antonio me confirmó lo que ya hubiera imaginado morenos y con vestimenta algo colorida. Desde ese momento, decidí, o decidimos, empezar la aventura por la Golden Bay (Bahía Dorada) y el Abel Tasman juntos.


Una estrella de mar en la Golden Bay


En la oficina de turismo había millones de folletos que anunciaban millones de opciones para explorar el Parque Nacional. El tiempo era fundamenfal para cualquier decisión pero además, a ellos los días apretaban. Asi que dejamos atrás Motueka. Curvas, subidas, bajadas y más curvas llevaban al inicio del Parque Nacional, a Mapua, un remoto pueblo costero y muy soleado -a veces-, donde contratamos un pack de dos días en kayak por el mar del Abel Tasman.

Una tarde muy divertida; en la Jucy -compañía que ofrece simples furgonetas para viajeros independientes-, tumbada o medio sentada o de alguna manera que me mantuviera anclada hubieron muy buenos momentos,

El martes 6 de diciembre partíamos en piragua hacia el Parque Nacional pero necesitábamos primero saber donde iba a dormir yo aquella noche. Casualidades de la vida que en aquel albergue estaba también Isa, una amiga porteña de Dunedin. Además de un par de pamplonicos y un italiano con los que compartimos el té después de cenar. Todo apuntaba a que la travesía iba a ser muy entretenida hasta que, al amanecer, el cielo estaba completamente cubierto.

Antonio, Alfonso y Saioa -la pamplonica se unía al grupo- y yo esperamos más de una hora a que el tiemoo mejorara pero que va, aquello iba a peor. Después de que el instructor hiciera un buen trabajo explicándonos como manejar la piragua y nuestras pertenencias, con tienda de campaña incluido, estuvieron dentro de las piraguas, una hora más tarde decidimos postponer la salida ya que el tiempo no acompañaba.

Para no pasar otra noche allí bajo la persistente lluvia, decidimos volver a Motueka y relajarnos en un albergue viendo pelis y comiendo rico. Nos organizamos en equipos de dos, los mismos equipos que conducirían la piragua y cocinamos, unos la comida, otros la cena. En mi caso, aquella noche, me tocó ser ayudante de cocina con Alfonso, quien llevaba en mente hacer unas deliciosas pechugas con nata, cebolla y arroz blanco...mmmh...

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S. Aparicio Ramirez

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